Hasta Matías tiene su barca, cada cual tiene la suya.
Para cruzar la ría, para llegar a la mar.
Algunas viven en la arena perdiendo agua por sus hechuras;
a otras, las mece el viento a su compás.
Y cuando el aire se calma, parecieran flotar en la nada,
a la que ellas, curiosas, se asoman del revés.
Y al ver que tú las miras, se hacen grandes
en ese coqueteo que se traen con el agua.
A.
Ría de Formosa. Cacela Velha, Portugal.