Con el alma lánguida y el espíritu mustio
el poeta viaja entre varios mundos.
En cada viaje nos envía postales
fotografías hechas en cada interludio,
fotografías a mano asumo,
que escribe paciente en lares
que no tienen porqué ser
la geografía de este tierra.
El poeta está en el punto y final
de dos jóvenes ambiguos
en edad de testar,
en la noche insaciable
del anciano cansado
que dejó de esperar.
El poeta es un espíritu
libre y lisonjero
con edad de volar.
Escribe desde el hueco
oscuro de la altitud
de palpar la soledad,
desde la montaña más alta
donde las nubes ocultan
la máxima felicidad:
la cumbre mordiente,
la escalada mortal.
El poeta está,
como estamos al nacer:
libre y con desdén
de verse aquí otra vez.
Solo hay un viaje real
y lo hacemos sin descanso
y él no deja de observar.