Por Andrés Di Giuseppe
El día se degrada como una película de ficción. La noche nos enfría las narices, pero nos abriga el alma como un tibio recuerdo que intenta colarse en el presente para tener su lugar en el futuro. La luna, como yo, juega a las escondidas por detrás de las nubes, mientras que el rocío nos humedece los pies en este campo. Las hojas de los árboles bailan al ritmo de una suave brisa generando un leve “zumbido” que se mezcla con el cantar de algún grillo que se esconde entre el pasto recién cortado. Levanto la cabeza, encuentro tu estrella y empiezo a caminar con el crujir de las hojas debajo de mis zapatos…